Dónde amarrar el caballo


¿Dónde amarrar el caballo?

“El caballo se amarra donde diga el dueño, aunque se ahorque”

En el mundo corporativo, siempre se ha dicho que “el caballo se amarra donde diga el dueño, aunque se ahorque”. La primera ley de “Las 48 leyes del poder” de Robert Greene respalda esta mentalidad: nunca le lleves la contraria a tu jefe. Suena sensato, ¿verdad? No hagas sombra, sigue las reglas, mantén la paz. Y es cierto, en muchos casos, cuestionar puede ser arriesgado.

Pero, ¿qué pasa cuando ese “caballo amarrado” está perjudicando a toda la organización? Desde mi experiencia trabajando con equipos y líderes, he visto de primera mano cómo, por miedo a contradecir al jefe, las empresas se hunden en prácticas obsoletas o toman decisiones mediocres que no benefician a nadie. Es una mezcla fatal de conformismo de los empleados y egos mal gestionados de los líderes.

Recuerdo una historia que ilustra bien esto. Estábamos en una reunión con el equipo de gerentes de una empresa que quería mejorar un proceso clave. Teníamos varias alternativas sobre la mesa, pero, en cuanto se mencionó la peor opción, todos los gerentes la apoyaron sin dudar. ¿Por qué? Porque era la opción que “el jefe siempre aprobaba”. Cuando uno de los gerentes soltó el infame refrán — “El caballo se amarra donde diga el dueño, ¡aunque se ahorque!” — tuve que morderme la lengua para no decirle cuatro verdades.

Al final, decidimos presentar dos propuestas: la alternativa que sabíamos era la mejor y la que los gerentes “pensaban” que el dueño preferiría. En la reunión ejecutiva, defendimos con fuerza la mejor opción. Y ¿adivinen qué? Terminó siendo aprobada. El dueño incluso me preguntó por qué habíamos presentado la otra opción tan mediocre, y no pude resistirme a contestarle: “Porque su equipo quería que se ahorcara el caballo.”

Esta experiencia me enseñó algo clave: no siempre se trata de desafiar al jefe por desafiarlo. Se trata de tener el valor y la responsabilidad de ofrecer la mejor solución posible, incluso si incomoda a algunos. Amarrar el caballo sin cuestionar puede parecer seguro, pero a la larga puede costarle a la empresa, a los colaboradores y al propio dueño.

Entonces, ¿qué opinas? ¿Amarras el caballo donde diga el jefe, o buscas dónde no se ahorque?

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