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Andy Warhol decía algo así como que “no es signo de buena salud estar bien adaptado a un mundo profundamente enfermo.” Y la verdad, no puedo estar más de acuerdo. Tengo un respeto especial por las personas rebeldes, esas que llaman “ovejas negras”. Porque, en un sistema que insiste en encajarnos a todos en moldes, ser una oveja negra no es un defecto. Es un acto de valentía. El término “oveja negra” viene de los pastores, quienes preferían a las ovejas de lana blanca porque su lana podía teñirse de cualquier color. La negra, en cambio, no podía ser “adecuada” ni “moldeada” a sus necesidades; su lana siempre iba a ser negra. Así que, en lugar de valorarla por su autenticidad, era despreciada. No cumplía con las expectativas, no se “adaptaba” al rebaño. Así de simple: o encajas o eres “el problema”. Y, claro, pasa igual en las empresas. ¿Cuántos de nosotros hemos visto a los “rebeldes” de la oficina —esos que cuestionan, que piensan diferente, que no tienen miedo de desafiar el s...